I. INTRODUCCIÓN.
Lo primero que en Roma recibió el nombre de “satura” fueron unas representaciones rudimentarias que contenían diálogo, música y danza. Más adelante el término serviría para indicar una obra que trataba de temas diversos con mezcla de distintos metros (miscelánea). Por último, adquiriría el sentido que sigue teniendo hoy de ataque más o menos punzante a personas, costumbres e instituciones. En este sentido es el interior de la sátira en la literatura latina y occidental es Lucilio (siglo II a.C.). La sátira es el único género literario que los romanos no tomaron de los griegos. Quintiliano se enorgullece de ello cuando dice “satura quidem tota nostra est”.
II. JUVENAL.
BIOGRAFÍA
Décimo Junio Juvenal nació en Aquino hacia el año 60 d.C. y vivió más de setenta años. Fue abogado y maestro de retórica, ocupó algunos cargos de modesta importancia y empezó a escribir sátiras ya en edad madura.
Juvenal es el último gran representante de la sátira latina[1]. Él mismo nos dice que le obligó a escribir sátiras la indignación ante las corrupciones de todo tipo que dominaban la sociedad de su tiempo.
OBRA
Publicó dieciséis sátiras cuyos principales temas son: mediocridad de los literatos, ataques a la hipocresía y la homosexualidad, descripción de la vida de Roma, la lamentable vida de los clientes por la arrogancia de los patronos, los vicios de las mujeres[2], contra la aristocracia, el lujo, el despilfarro, contra los cultos orientales capaces de prácticas como el canibalismo…
Su estilo es generalmente patético, declamatorio, épico y trágico, lo que contrasta fuertemente con los temas que toca, tan alejados del género heroico y de la tragedia. También hay en sus sátiras parodia, ironía y humor negro. Maneja el verso con soltura y habilidad y tiene la virtud de sintetizar los pensamientos en frases lapidarias de gran efecto, que se han convertido en proverbiales, v. gr., mens sana in corpore sano o panem et circenses, etc.
IMPORTANCIA
Fue muy leído en la Edad Media por su moralismo flagelador. Por supuesto, ha influido sobremanera en el desarrollo de la sátira en las literaturas occidentales.
III. EL EPIGRAMA.
Tuvo su origen en Grecia. Originariamente fue una breve inscripción (epigrama = inscripción) que, grabada sobre la piedra del sepulcro, proclamaba los recuerdos o hazañas de una persona. En una segunda etapa, se usó, tanto en Grecia como en Roma, para designar una composición poética corta, de tema amoroso y escrita en dísticos elegíacos, coincidiendo con lo que sería la elegía. Ya en su última fase, el epigrama sustituye su contenido amoroso por la crítica social, con lo que viene a converger con la sátira.
Las características del epigrama satírico son, además de su concisión, su tono, casi siempre festivo, y su agudeza, acentuada al final, a modo de aguijón; lo cual lo hace especialmente apto para el ataque personal y la denuncia social. Nuestro Juan de Iriarte lo describió con estos famosos versos: “A la abeja semejante / para que cause placer, / el epigrama ha de ser / pequeño, dulce y punzante”.
IV. MARCIAL.
BIOGRAFÍA
Marco Valerio Marcial nació en Bilbilis, la actual Calatayud, hacia el año 40 d.C. Con algo más de veinte años marchó a Roma, encandilado por la vida social y literaria de la gran urbe. Allí pasó más de treinta años sin conseguir hacer fortuna, viviendo, como cliente, de las adulaciones y pequeños servicios a sus poderosos patronos, incluido el emperador Domiciano. Tras la muerte de éste, vuelve a su patria y a su pueblo, donde pronto echa de menos aquella vida en Roma de la que tanto había renegado. Murió en Bilbilis en el año 102 de nuestra era.
OBRA
La primera publicación literaria de Marcial fue el liber spectaculorum, en el que describe con gran realismo los espectáculos ofrecidos por el emperador Tito en el año 80 d.C. con motivo de la inauguración del anfiteatro Flavio o Coliseo.
Pero su obra inmortal son los doce[3] libros de epigramas, en los cuales se contiene, minuciosamente captada, toda la vida de Roma del último cuarto del siglo I d.C.: los espectáculos, las distintas clases sociales y sus modos de vida, la topografía de Roma, las costumbres y los vicios…; pinta personajes como los abogados venales, médicos asesinos, ávidas cortesanas, avaros, mentirosos, poetastros…
Nada escapa a su ojo de reportero implacable de su tiempo. No le interesaron los temas mitológicos por considerarlos inútiles, lo suyo es hablar del ser humano, con sus virtudes y sus defectos.
Hay que desechar la idea de que los epigramas de Marcial son todos satíricos, y mucho menos obscenos, que sí existen, pero en reducida proporción. Marcial también canta la paz y las alegrías de la vida en el campo; lo vemos conmoverse al recordar la desgraciada muerte de Cicerón, o la describir los delicados sentimientos de amistad, e incluso compone con dolorosa ternura epitafios a la muerte de su pequeña esclava Erotión.
IMPORTANCIA
El propio poeta dice modestamente de sus epigramas que “los hay buenos, algunos son medianos y abundan los malos” (I, 16), pero, a la vez, está orgulloso de su obra y convencido de su inmortalidad (I, 1).
Marcial fijó definitivamente el concepto de epigrama y sus características: la concisión y la punzante sorpresa final. Escribió más de 1500 epigramas, buena parte de ellos en dísticos elegíacos. Influyó enormemente en Quevedo, como no podía ser menos, quien muchas veces lo traduce directamente.
[1] El orden cronológico de grandes poetas satíricos son Lucilio, Varrón, Horacio y Persio.
[2] Es la más famosa de sus sátiras, en la que con una feroz misoginia arremete contra todo tipo de mujeres, desde la intelectual hasta la deportista. Afirma que casarse es de locos, pues no existe mujer buena ni capaz de ser fiel y casta.
[3] Catorce si incluimos dos más que no son otra cosa que el contenido de las tarjetas que acompañaban los regalos enviados a los amigos o sacados a suerte en los banquetes durante las fiestas saturnales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario